La guajira, una tierra mágica, donde se combina parajes, fascinantes con tradiciones milenarias: el pueblo precolombino de los Wayúus.
La Guajira es un lugar asombroso y único, con desiertos donde se elevan gigantescas dunas, hermosas playas, salinas inmensas, exóticos parques nacionales y una importante reserva de aves.
Es la cuna de la población de indígenas más grandes de Colombia: los Wayúus
Indice del articulo
La Guajira, es una península situada en el extremo noreste de Colombia, al sureste limita con el estado de Zulia de Venezuela, al noroeste con el mar Caribe y al sur con Magdalena. La Guajira significa Caribe hermoso.
Las pocas carreteras están polvorientas y el calor y el sol son abrasadores durante el día. El agua es escasa y la poca electricidad se obtiene de generadores.
Esta tierra desértica, bañada por el mar Caribe y con un paisaje variado y colorido, es más que suficiente, para que nos decidiéramos visitar este aventurero y excitante destino.
Los wayúus tienen dos dialectos: el wayuunaiki y el araucana, aunque la mayoría son bilingües, la lengua materna se sigue transmitiendo a través de la generaciones.
Cada clan cuenta con su territorio propio, que se divide en rancherías. Las mujeres son las lideres y la máxima autoridad. Los hombres se encargan del pastoreo, la caza y el cultivo.
Su economía se sustenta en el ganado y la pesca. Las familias que poseen ganado, según su cultura es símbolo de prestigio.
La gastronomía esta basada en productos de la tierra. El chivo, maíz y conejo son muy comunes. Es muy típica la sopa Poi, cocinada con cebo de carnero y frijoles.
Respeto a la religión tienen una cultura politeísta, con varios dioses representativos.
La justicia es privada e informal, en cada familia hay una autoridad que se llama Alaula, este actúa como intermediario ante los conflictos de su familia
-Ir ligero de equipaje
-Llevar bastante agua mineral
-Baterías externas de movil bien cargadas
-El bañador y crema protectora no pueden faltar
-Dejar los prejuicios en casa
-Ropa ligera de algodón y algo de abrigo, por la noche puede hacer frio
Se puede llegar en avión hasta Rioacha, desde varias ciudades de Colombia.
Nosotros aprovechamos nuestra estancia en Santa Marta, para pasar unos días en La Guajira. Contactamos con la agencia Guajira Tours y nos organizaron tres días en este destino tan poco convencional.
El paquete de tres dias y dos noches nos costó 970.000 pesos, unos 200€, con alojamiento, comidas y transporte.
Nos recogen en nuestro hotel a las 4:30h. Con Segifredo el conductor emprendemos el viaje hacia Rioacha. En mitad del camino, paramos y se sube un chico, es Brian que va a trabajar en una plantación de plátanos. Esta practica es habitual, ya que el transporte es escaso.
Vamos por la carretera troncal del Caribe, pasamos por Rio Cañasy Palomino y enseguida vemos el mar que queda a nuestra izquierda.
La policía nos para dos veces, solo son controles. También pasamos por dos peajes.
Al principio la a vegetación es muy densa, pero cada vez se va haciendo más árida, predominan los arbustos y unos árboles llamados trupillos, que aún en la sequía mantienen sus hojas y frutos.
Después de cuatro horas llegamos a Rioacha, nos dirigimos a la agencia donde cambiamos a un 4×4, no sin antes tomarnos un excelente desayuno en el bar de al lado
Aparte de nosotros tres, van otras tres chicas de Bogotá y un perro, este cada vez iba tomando más espacio y con total confianza, dejaba caer sus patitas sobre Hernán. Yo no le di la opción. Al conductor no le gustó mucho lo del perro.
Con el coche repleto y donde no cabía ni un alfiler, partimos a descubrir esas maravillosa y enigmática tierra de La Guajira.
La primera parada la hacemos en un poblado con varias tiendecitas, nos aprovisionamos de agua y algunas galletas, panela y chucherías para los «peajes»que os cuento en que consiste.
Los peajes humanos, son niños que se colocan a ambos lados de la carretera y sujetan una cuerda o ponen palos, esperando que los coches se detengan y les paguen algo por dejarlos pasar, puede ser en especies como agua., comida etc.
Muchos coches no se detienen, pero los niños esperan hasta el ultimo minuto para soltar la cuerda. Se han dado casos de accidentes y los niños han sido atropellados.
Es una zona de unas 4000 hectáreas, cubiertas por montañas de sal y pozos de agua que el sol se encarga de secar, dejando la sal lista para ser amontonada.
Aparte de la belleza del lugar, las salinas son muy productivas, y abastecen de sal a todo el territorio colombiano.
El fuerte viento, el sol intenso y las lluvias escasas son condiciones optimas para producir una de las mejores sales del mundo.
El color rosa se debe e a la artemia salina, un crustáceo diminuto, resistente a la sal, y que transforma el agua en fantásticas piscinas rosáceas.
Seguimos avanzando hacia el el noroeste pasando por bosques de cactus y el desierto de Carrizal, también vemos rebaños de cabras y ovejas.
Llegamos a la rancheria Cabo Playa, el hambre comenzaba a sentirse y lo primero que hicimos fue tomar un delicioso almuerzo a base de pescado, arroz, ensalada y patacón.
Por la tarde y con las pilas cargadas, nos dedicamos a explorar la zona.
Este pequeño poblado, aparte de limpias playas, esta salpicado de tenderetes de indigenas wayúus, que venden mochilas y demás artesanías, elaboradas con fibras naturales, que tiñen con colorantes de vistosos colores.
Esta manera de tejer es una forma de concebir su vida, los conocimientos se transmiten de generación en generación. No solo es una práctica cultural, sino también un medio de obtener ingresos.
Es una playa para disfrutar de las vistas, no es recomendable el baño, ya que tiene cierto riesgo.
Es precioso ver el mar chocando contra las rocas y el destello del agua con efecto arcoíris.
Sobre una hermosa playa de color dorado se alza el Pilón de Azúcar, una pequeña montaña, que acaba en forma picuda y que antiguamente tenia el color de arena amarilla, como el color del azúcar morena.
Se puede subir a la cima, el ascenso es de unos 20 minutos, aunque hay que hacerlo con cuidado, ya que suele hacer mucho viento.
La montaña es sagrada para los wayúus, allí piden sus deseos y al morir sus almas reposan en paz.
Es una playa de aguas azules y arena dorada, donde te puedes bañar sin ningún peligro.
Entre el mirador y la playa había un pozo de agua dulce, donde la erosión causó un desmoramiento de las rocas, que permitió las entrada del agua del mar, originando de esta forma los ojos del agua
Seguimos hacia el noroeste para alcanzar el Faro Cabo de la Vela y poder ver la maravillosa puesta de sol.
Llegamos a una espléndida playa, dejamos el coche y desde allí hacemos una pequeña caminata de unos quince minutos. El camino es un poco pendiente y pedregoso, pero de fácil ascensión.
La recompensa esta asegurada, cuando el sol comienza a coquetear con el mar y el cielo. Una extensa gama de colores nos deja sin respiración.
En la bajada vemos algunos rebaños, que quieren aprovechar los últimos minutos del día
El Faro seria nuestra ultima parada. Cansados y contentos volvemos a nuestro 4×4 para dirigimos a la ranchería Cabo Playa
La rancheria es un alojamiento muy básico que no tiene luz ni agua. Las pocas horas de electricidad son con generadores, que las aprovechamos para cargar los móviles.
La situación es inmejorable, en la misma playa, las habitaciones son amplias y cama grande. Tiene un espacio por detrás, con suelo de piedrecitas y separadas del resto de las cabañas por cañas de bambú.
Un water sin cisterna y un lavabo sin tuberias, es el mobiliario de este «rústico cuarto de baño»
Hay un recipiente grande de agua del mar, para lavarnos. Un pequeño jarrito hace de ducha.
Yo decidi que me aclaraba con agua mineral, para no quedarme salada y pegajosa todo el día
Extenuados, pero felices vamos al restaurante de la ranchería, donde nos sirven una cena, igual a la comida del mediodía, cambiaba el tipo de pescado.
Al día siguiente nos levantamos muy temprano y después de un rico desayuno, continuamos nuestro viaje, hacia Punta Gallinas
Wilmar, el conductor un poco enfadado, debido a los problemas que estaba causando el perro de una de la chicas; pone rumbo norte, hacia Punta Gallinas.
La experiencia sigue siendo fantástica y ya vamos asimilando el viaje. A ambos lados, el camino esta lleno de cactus. Los peajes de niños, cada vez son mas frecuentes y eso enlentece el trayecto.
Punta Gallinas es el punto mas septentrional de Colombia, ubicada en el extremo norte de la península de la Guajira.
Se llama así, por la forma caprichosa de la bahía, que tiene el perfil de una gallina.
Pasamos por en parque eólico, una mina de carbon y llegamos al Parque Nacional Bahia Portete.
Es el parque nacional mas reciente del país, donde están presentes ecosistemas marinos y costeros, con una gran biodiversidad de flora y fauna y al que los indigenas wayúus han contribuido al mantenimiento.
Se comunica con el mar abierto por una boca de dos km de ancho
Ya huele a playa y a manglares, es un olor muy especial y parece como si llegáramos al mar
Después de una subida muy pendiente, el sendero se transforma en cactus cardones, solo una estrecha franja ocre, serpentea entre ellos
Nos adentramos en el desierto, que cada vez es más árido, ni tan siquiera crecen arbustos. Realmente es de una extraña y austera belleza.
Es una bahía, que muchas cartas geográficas la consideran una laguna interior.
Sirve para la liberación de animales salvajes, como tortugas y cocodrilos.
Por fin llegamos a unos de los lugares más alucinantes del viaje. Después de atravesar el desierto, el paisaje se transforma en un montículo inmenso de arena rojiza
Comenzamos el ascenso que cada vez es más empinado, voy haciendo zig zag, miro hacia atrás y veo la huella de mis pies, que enseguida desaparecen debido al fuerte viento, el cual sopla despiadado.
La arena se va haciendo más densa y profunda, paro, respiro y siento, que la cima esta cerca.
Culminamos la cresta de la duna y al frente vemos un mar de un azul intenso y gigantescas olas.
Después de tantas sensaciones, hacemos un descanso para comer en la ranchería Dunas de Taroa, la comida casi siempre es la misma: pescado, arroz y ensalada.
Seguimos la ruta hacia el norte, pasando por el mirador de Casares.
Desde este mirador se obtienen unas magnificas vistas en un collage de mar, desierto y vegetación.
Se llama así, porque en este lugar se celebran matrimonios de la comunidad wayúu y también se llevan a cabo conciliaciones de conflictos, con la ayuda de un «palabrero», que es como una especie de abogado familia.
En una playa rocosas y plagada de piedrecitas, que han ido colocando los visitantes, se encuentra el Faro de Punta Gallinas, que en realidad es una torre metálica, junto a una caseta de madera.
Después de visitar todos estos lugares, llegamos a la ranchería Alejandra, donde pasamos la noche en una tradicional habitación privada.
La rancheria esta muy bien organizada, cuenta también con hamacas, baños y todo lo necesario para pasar una buena noche.
El menu de la cena tiene dos opciones: pescado fresco o chivo guisado
Al día siguiente iniciamos la vuelta por el mismo camino, pero haciendo algunas paradas diferentes. Los peajes de niños van en aumento, ya no nos queda ninguna comida ni caramelos, para darle.
El viaje esta llegando a su fin, nos cuesta despedirnos de los días intensos que hemos vivido. Hacemos nuestra ultima parada en Uribia, que es la capital indigenas de Colombia.
Tomamos el almuerzo en el restaurante Donde Alvaro, me atreví a probar el friche, que es chivo hecho en su sangre
Damos una vuelta por la plaza de pueblo, donde hay pequeñas tiendas de artesanía. Los wayúus realizan unos trabajos muy laboriosos como mantas, mochilas, hamacas y gran numero de expresiones autenticas.
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