Este año, nuestro encuentro anual de blogueros de viajes, ha tenido lugar en Santa Cruz de Tenerife. Una isla bendecida por los dioses y un lugar perfecto para realizar todo tipo de actividades y excursiones.
Unas con adrenalina como treking al Teide, caminatas, piraguismo, snorkeling etc. y otras más urbanas, como visitar museos, recorridos a pie por la ciudad, ir en tranvía a ciudades cercanas y una que me llamó la atención y sin ningún riesgo: Sabores de Tenerife.
El primer día hicimos senderismo por el Parque Natural de Anaga, muy bonito y todo, pero quedé con unas agujetas de campeonato que me duraron cuatro días y por mucho que tomara Espidifen no había manera de que mis piernas se pusieran en condiciones.
Judit a la que también le dí unos cuantos sobrecitos de este “maravilloso antiinflamatorio” me confesó que llevaba caducado tres años, claro con razón no hizo efecto.
Así que pensé que para el ultimo día, lo mejor era pasar toda la jornada entre fogones, comprando en el mercado y catando vinos canarios. Con Sabores de Tenerife no correría ningún peligro .
El día amaneció soleado y después de un buen desayuno, nos dirigimos al viejo mercado de La Recova, donde nos esperaban nuestros guías de Tenerife Like a Local, una empresa de turismo de chicos muy jóvenes, con ganas de trabajar y que están dispuestos a comerse el mundo. Aunque también se comieron lo que nosotros cocinamos.
El mercado de Nuestra Señora de Africa es un edificio neocolonial, inaugurado en 1944 y conocido popularmente como La Recova.
Lo más característico del mercado es el patio central, el arco y su torre mudéjar, concebida como símbolo de fortaleza, que en esa época estaba de moda.
Es el corazón de la ciudad y cada día se llena de ávidos compradores que quieren conseguir lo más frescos productos.
Hay un guiño a las antiguas lecheras, mujeres que distribuían la leche por diferentes casas, puestos, mercados etc. No se puede olvidar un pasado, tan autentico y no tan remoto. Y los canarios son muy dados a revivir todos esos momentos.
Nos reunimos en el patio central y la experiencia de Sabores de Tenerife, consistía en hacer un rompecabezas de un plato canario, juntar todos los trocitos de papel hasta conseguir que todos los elementos encajaran. Con algunas pautas y con los ingredientes escritos en “lengua” canaria, había que comprar todos los productos en los diversos puestos. La ayuda del vendedor fue primordial. No había ningún vegetal que se llamara como en la península, pues mira que decirle a los calabacines “bubangos” y a la remolacha “betarrada”pues así con todo. La segunda parte de la actividad era cocinar.
Llegó la hora del aperitivo y como no podía faltar el vino, ni los productos típicos de la isla, nos obsequiaron con dos tipos de quesos de cabra y un exquisito vino de plátano, que para la ocasión era perfecto. Yo nunca lo había probado y creía que iba a saber a plátano, pero me llevé una sorpresa, era frutal, seco y fresco.
Logrado nuestro objetivo y con los carritos bien llenos, nos dirigimos a la Escuela de Hostelería Hecansa, donde Maria, la chef, nos recibe con una cariñosa bienvenida y nos desea suerte en la elaboración de los platos.
Esta escuela, aparte de los estupendos cursos de cocina, imparte cursos de restauración, gestion hotelera y gestión de cocina.
Es el centro de referencia, para alumnos y profesionales dedicados a la hostelería de toda la isla de Tenerife.
Maria nos distribuyó las tareas, pero el que más se lo curró fue Fernando (El Señor Muñoz) que hizo croquetas y un exquisito atun rojo al mojo.
Eeider y Leo nos sorprendieron con una crema de berros, con guarnición de queso y gofio. Alejandra aunque ella decía que no se le daba bien estos menesteres, elaboró unas croquetas de sobrasada.
Jesus el guia, como es muy goloso se decidió por unas natillas de gofio.
Avistu llegó un poco tarde y no se le asignaron deberes, aunque eso si, he de confesar que hizo unas fotos muy buenas.
Noemi se unió al grupo de la crema de berros, dandole el toque final del gofio por encima.
Carolina observaba, nos entretenía contando anécdotas y estaba al tanto de todo.
Judit y yo, hicimos unas deliciosas rebanadas de “chorizo de perro”gratinadas con queso. Pero no creais que este chorizo es realmente de perro, se le llama así porque antiguamente costaba una perra gorda. Es muy parecido a la sobrasada.
También cocimos las papas arrugadas, que tenían truco, pues la cantidad de agua tiene que ser tal, que no las cubra totalmente y con una rodajita de limón.
Listo todo, pasamos a un impecable y blanco comedor, donde dimos buena cuenta de nuestros platos. El esmero que habíamos puesto mereció la pena. Aún lo estoy recordando.
Aqui os dejo el video, que es mucho más explicativo.
https://www.youtube.com/watch?v=KvCbV-EXp9A