Casarabonela es un sencillo pueblo de la Sierra de las Nieves, que ha sabido conservar su cultura y su tradición
He tenido la oportunidad hace unos días de visitar la zona de la Sierra de Las Nieves, que aunque esta muy cerca de Málaga, lo he ido dejando y la verdad es que me ha sorprendido gratamente.
De la mano de “#Aunahorade”con David, gran profesional y excelente comunicador, en este tipo de eventos; cuarenta y tres blogueros, hemos recorrido algunos de los pueblos más emblemáticos de este precioso Parque Natural, registrado por la Unesco en Reserva de la Biosfera.
Una flota de coches de la marca Ford, estaban preparados en el hotel Campanile, para descubrir el maravilloso y exuberante paraje. Este hotel, fue en el que nos alojamos los dos días del fin de semana.
Nos fuimos agrupando para compartir los coches, a mi me tocó con Juan Carlos, un simpático sevillano que se proclamó el conductor “oficial”, cosa que me encantó. Mi misión era hacer de copiloto y darle conversación, fue muy fácil, debido a su locuacidad. En treinta minutos, ya teníamos nuestros “historiales”más que sabidos.
La extensión de la Sierra de las Nieves abarca las localidades, Casarabonela, Pizarra, El Burgo, Alozaina, Guaro, Monda, Instán, Ojén, Tolox y Yunquera. Cada uno de los nueve pueblos presumen y se jactan de tener su personalidad propia.
Solo visitamos: Casarabonela, Pizarra, Alozaina, El Burgo y la pequeña pedanía de Jorox que pertenece a este último.
Casarabonela
El viernes a media tarde, en nuestro flamante coche Ford, ponemos rumbo a Casarabonela que dista de Málaga unos 59 km.
La primera parada fue en la Oficina de Información y Turismo, donde el alcalde nos da la bienvenida y nos desea un feliz fin de semana.
Justo allí, se ecuentra el Jardín Botánico del Cactus y otras Suculentas “Mora i Bravard“, un lugar con muchas “espinas”.
Con Tania, una experta en estas exóticas y raras plantas, hacemos una visita guiada. Nos explica que a mayor superficie foliar u hoja mas grande, más energía y agua necesitan para hacer las fotosíntesis, pero los cáctus son tan inteligentes, que algunos han convertido sus hojas en espinas, para ahorrar energía y agua.
Me asombré con los nombres tan graciosos de algunos cactus, como el Asiento de la Suegra, La cabeza del Viejo, Oreja de Elefante, este último, era usado por los romanos como papel higiénico, por su suavidad.
Nos contó que los nativos americanos usaban todo del ágave: sus espinas como agujas, sus fibra para hacer calzado y su jugo para elaborar el mezcal.
El jardín contiene unas 2500 especies distintas, provenientes de todo el mundo, las cuales se han adaptado a vivir en lugares áridos.
El matrimonio formado por Joan Mora y Edwige Bravard, fueron los responsables de esta maravillosa colección. Residentes en Mallorca, se trasladan a Málaga para hacer realidad el proyecto. En 2011 se abre al público este original y frondoso jardín.
Rematamos la visita en la terraza, con unos ricos embutidos y cervezas bien frías.
Nos adentramos en Casarabonela, que con sus fachadas blancas y serpenteantes calles, parece un pueblo sacado de un cuento; en el que se conjugan a la perfección su pasado, romano, árabe y cristiano y con toda la magia de los pueblos de Andalucía.
Recorrimos su casco antiguo, con empinadas cuestas, coquetas plazas, fuentes, y numerosas hornacinas. Son pequeños monumentos de carácter religioso que inundan el pueblo, hoy día quedan solo cuarenta y cinco.
Varias hipótesis intentan explicar su origen. Algunos las relacionan con la extensión en el siglo XV, del Viacrucis en la orden franciscana, otros con la necesidad de los moriscos de demostrar la sinceridad de su conversión.
Los vecinos son los encargados de cuidarlas, las adornan con flores, velas e incluso estampas.
Seguimos el itinerario a través de las escalonadas y tortuosas callejuelas, divisando el castillo, máxima expresión de su origen musulmán.
Me cautivó la iglesia de la Encarnación, que serena y tranquila, esperaba a sus creyentes feligreses y también algún turista que otro.
Pasamos por la ermita de la VeraCruz, construida sobre una antigua mezquita, su color rojo contrastaba con el blanco de las casas y el verde de las plantas.
La presencia del agua cobra especial protagonismo, los caños y fuentes se dispersan por todo el pueblo. Varias de ellas están decoradas por artistas locales. Aquí no hay lugar para la sed.
Las macetas de geranios colocadas primorosamente en las ventanas, te obligaban a sacar tu cámara y hacer miles de disparos, hasta agotar la bateria.
La gastronomía morisca esta presente en sus platos como “El Pipeo“, es una olla con lechuga y pipas de haba, con un majado de ajos y pan frito. No tuvimos la suerte de probarla, ya que en verano es un plato, quizás bastante energético, también el conejo y el chivo forma parte de su cocina. La comida fusión, cada vez cobra más auge.
Ha caído la tarde y necesitamos recuperar fuerzas, después de esta intensa jornada. De nuevo con los coches ascendemos por un estrecho camino, para llegar a La Piscina, un restaurante gestionado por un matrimonio argentino.
Después de mostrarnos todo el complejo, nos sedujo y nos preparó una mesita con vistas increíbles. La luna estaba casi llena, los amigos, perfectos, que quedaba?: la comida.
Poco a poco nos fue trayendo platillos de lo más variado, que acompañados de vino y cerveza, hizo esta cena- velada una experiencia.
Pero si hay algo, que caracteriza a este trocito de Parque Natural, reserva de la Biosfera, es la gran oferta de actividades de ocio y aventura y por supuesto la autenticidad de sus gentes, su llaneza y la manera de ver la vida.
La crónica es un avance de lo que nos esperaba para el día siguiente.
Continuara … Pizarra, El Burgo, Jorox y Alozaina
Fue posible gracias a David, organizador de “una hora de”, un proyecto Guadalinfo, de promoción turística, que junto con los ayuntamientos y empresas colaboradoras, hicieron viable esta grata e intensa aventura.
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