El continente africano no lo tenía muy explorado, contemplé la posibilidad de viajar allí, era una buena opción y el momento de dejar el Sudeste asiático y embarcarme en el maravilloso país de Namibia.
Hace tiempo estuve en Tanzania en una ONG, después del deber cumplido, me aventuré en algunos parques nacionales y acabé los últimos días en la isla de Zanzibar, de la cual no tengo muy buen recuerdo, pues ocurrieron una serie de hechos, que daría para un post de intriga y miedo, algún día os lo contaré.
Pensé que ya era hora de reconciliarme con África.
Rápidamente me puse manos a la obra, busqué vuelos, compré la guía y visualicé a través de mi ordenador, todos esos parajes delirantes, exóticos y surrealistas, los cuales no me defraudaron. Al contrario, no encuentro las palabras adecuadas para hacer una descripción verdadera, pues no quiero caer en tópicos.
Vuelos
Ida: Malaga- London-Johannesburgo- Windhoek
Vuelta: Livingstone-Johannesburgo-London-Málaga
Puesto que ibamos al norte, pensamos que era buena idea, visitar las Catarátas Victoria, ya que nos quedaban cerca, por eso volamos a Livingstone.
Un poco sobre Namibia
Namibia está situada al suroeste de África, sus paises limítrofes son Angola, Zambia, Botswana y Sudáfrica. El océano Atlantico baña su costa oeste.
El mapa tiene forma de una palma de la mano, con el dedo pulgar extendido, que sería la franja de Caprivi al norte.
Tiene una población de unos 2 millones de habitantes, es el país más despoblado del planeta.
Los idiomas oficiales son el inglés y el afrikáans, también se habla el alemán y otras lenguas etnicas.
Con largas carreteras de ripio, la cuales parecen no tener fin, dunas inmensas, desiertos abrasadores, playas solitarias, barcos abandonados en las costas, parques nacionales repletos de vida salvaje, cañones profundos, desfiladeros de vértigo y una flora única.
Eso y mucho más es Namibia; un país que te transporta a otra dimensión, que acabas amándola, enamorandote de ella y a la que querrás volver.
Es solitaria, inmensa e infinita en un horizonte sin fin, dándote una sensacion de libertad y unas vivencias que siempre llevaras en tu corazón.
Mis ojos no estaban preparados para esos enloquecedoras puestas de sol, y esos exultantes amaneceres, en los que el astro rey, altivo y presumido salía perezosamente.
Como era complicado organizar el viaje por nuestra cuenta, ya que había que conducir por carreteras de ripio, por la izquierda, cambiar ruedas si pinchábamos, llevar depósitos de diesel, esquivar a los animales que se nos atravesaban etc, queríamos evitar todo ese tipo de percances.
Delegamos en Viajes Africa, una agencia online de la que Dirk es el director, un alemán-español muy simpatico. Nos diseñó el viaje según nuestros gustos y vuelos. No queriamos arruinar nuestras vacaciones.
Primera etápa
En Windhoek nos alojamos en el Violet Guest House, a unos dos km. del centro. Bastante confortable, con un precioso jardin y un desayuno delicioso
Con gran optimismo y cierta dosis de cansancio, no quisimos perdenos nuestra primera cena de Namibia, que la hicimos en el restaurante Joes, famoso por sus carnes.
La mayoría de los namibios son carnivoros cien por cien, yo no sabía hasta que punto. Lo fuimos descubriendo a lo largo del viaje.
Nunca había probado la carne de kudú, que acompañada de patatas y ensalada, me pareció exquisita. Un vino sudafricano, contribuyó a que la velada fuera perfecta.
La decoracion era bastante curiosa.
Al día siguiente visitamos la ciudad, me pareció muy limpia y agradable, aunque una mañana es suficiente, para ver lo principal.
Catatuna es un barrio, donde abundan los mercados de carne, estan abiertos durante todo el día. Hay varios puestos y barbacoas con enormes piezas, la puedes comer directamente o bien comprarla. Siempre esta atestado de gente local.
En la furgoneta que habiamos contratado, ponemos rumbo hacia el suroeste, intentado alcanzar el desierto más seco del mundo:el desierto de Namib.
Moisés es nuestro conductor muy listo, educado y con un gran conocimiento del medio. Hablaba varios idiomas, aunque su fuerte era el inglés y por supuesto el afrikáans.
Al principio la carretera esta asfaltada, pero pronto se convierte en gravilla de color blanco, a veces rojiza y otras de color gris.
Nuestro coche se movía como la seda, aunque con cierto traqueteo debido a las irregularidades de ciertos tramos. Los caminos son rectas interminables, solo interrumpidos por el cruce de algunas cebras y avestruces.
A lo largo del trayecto se suceden las acacias y arbustos con penachos amarillos.
Me sorprendí por la gran cantidad de unos enormes y extraños nidos, que inundan la copas de los árboles, son de los pájaros social weave, que construyen verdaderas comunidades, siendo estas estructuras, las mas grandes y espectaculares vistas jamás.
El nido consiste en cámaras separadas, en las que, en cada una se cobijan dos pájaros, manteniendo una adecuada temperatura. Realmente son verdaderos apartamentos.
Nos vamos adentramos en la meseta central de 1700 m. de altura, llegando al punto más alto: el desfiladero de Spreetshoogte.
Aqui paramos para hacer un picni, Moisés nos ha preparado, una bolsita que contiene rosbif con verduras, queso, macedonia de frutas y bebidas.
Más tarde las montañas nos rodean, todo el paisaje se vuelve vacío y gris y empezamos a descender por un camino serpenteante con unas pendientes de vértigo.
Paramos en el poblado de Solitaire, en el que solo hay un lodge, una gasolinera, una panaderia y un museo de coches antiguos enterrados en la arena.
Aquí nos tomamos un exquisito pastel de manzana que acababa de salir de horno. Es una parada obligatoria para los golosos.
Muchos nombres en los mapas no son más que pueblecitos pequeños, con solo tres o cuatro servicios.Las estepas van dando paso a unas pequeñas dunas salpicadas de matas secas.
La gran cordillera de arena, hace su aparición en un cielo claro y despejado.
Alcanzamos el Betesda Lodge, donde pernoctarmos dos noches.
La cena buffet era buenisima y dimos buena cuenta, despues de un dia intenso y emocionante.
Desierto de Namib
Se encuentra en el centro de la reserva del Parque Nacional Namib- Naukluft, este parque tiene una extensión 5000 km cuadrados, el más grande de Africa y el cuarto más grande del mundo.
El nombre de este desierto significa “enorme” y es el màs antiguo del planeta.Tiene una longitud de 2000 km. y una anchura que varia entre 80 y 200km. No llueve casi nunca y las especies que allí viven, se tienen que adaptar a unas condiciones muy adversas.
Vamos por la única carretera que cruza el desierto, cada vez se va estrechando más, hasta que las dunas de ambos lados se unen en la punta.
Las dunas de Sossuvlei, son increiblemente hermosas y las más grandes del mundo. La Duna 45 con una altura de 300m., se llama asi, porque está en el km. 45 de Sesrien, aunque la Duna 7 le supera, con unos 380m.
Su origen es muy curioso: el rio Orange transporta mucha arena proveniente del interior del Kalahari, cuando llega al mar, es transportada de nuevo hacia el norte, por acción del viento del este y a través de la corriente del rio Benguela, se transforman en estos montes de arena.
De lejos el espectáculo resulta soberbio, grandioso y hasta imaginario.
Las tonalidades varían según la hora del día, desde rojos, pasando por anaranjados, rosa, ocres y hasta dorados.
Este color es debido a las partículas de hierro que hay disueltas en el rio Orange que nace en la montañas de Drakensberg en Sudáfrica y desemboca en el Océano Atlantico. Al llegar al mar, estas moléculas son oxidadas por el agua y mezcladas con la arena adquieren este tono rojizo.
Desde lejos es un paisaje grandioso e imponente y de cerca es un juego en el que tendras que participar.
Me impresionó su color rojo y mas el tacto suave como harina.
Era una orgia de dunas, todas se sucedian una tras otra, sin darnos tiempo para asimilar esa grandeza silenciosa, en la que el viento las va modelando de diversas formas, desde pirámides irregulares, semiesferas ovaladas, y hasta caprichosos poliedros, que cambian continuamente.
Nos descalzamos y ascendimos por la Duna 45, al principio es muy empinada, pero poco a poco, la cresta se va haciendo mas plana.
La meta era subir hasta la cima, pero sigo avanzando y cada vez estoy más cerca de ver el otro valle de dunas, continuo y parece todo muy cerca, pero es que el desierto engaña, es otra dimension, sigo en mi empeño de descubrir la siguiente hileras de dunas.
Observo unas marcas que deben ser de algún pájaro o pequeño animal, son como unas cenefas perfectamente trazadas.
Al final me doy cuenta que no es posible seguir, pues tendría que bajar por la cara norte, desisto y vuelvo sobre mis pasos, no tenia contemplado perderme a los dos dias del viaje.
Mi cámara Sony ha trabajado bastante, le doy un descanso y la emprendo con la Gopro.
De repente veo que estoy sola y la huella de la cresta que han marcado otros turistas ha desaparecido, sopla el viento y el camino de la arista esta redondeado, saco fuerzas y comienzo a descender, veo a mis amigos que esperan abajo impacientes, me hacen señas a lo lejos como diciendo: “ya esta bién”
Continuamos y nos encontramos unos campos rojizos, con unas marcas en forma de circulo. Algunas teorías sostienen que estas peculiares formas, se deben a un hongo que impide crecer la hierba, otras afirman que son cosas de extraterrestres. Lo que si es verdad, es que la estampa parece de otro planeta, los lugareños dicen que son los circulos de las hadas.
Deadvlei.
En un 4×4, entre dunas y arbustos llegamos a DeadVlei. Es una laguna seca y salina, muerta desde hace mil años, con arena blanca y cuarteada. Allí las acacias milenarias, emergen deshidratadas e intactas. La falta de humedad impide su descomposición.
Este decorado es el que han elegido las agencias y demás organismos para la representación y promoción de Namibia.
Recuerdo que estoy en el planeta tierra y no estoy soñando. Este paraje misterioso, me ha llevado a un mundo lejano, legendario y extraordinario.
Cañon del Sesrien
Es una garganta que el rio Tsauchab, ha ido modelando y tallando hace millones de años Tiene una longitud de 1500 m. y una altura de 50m.
Su nombre significa”seis cinturones”que eran los que tenìan que atar para que los cubos llegaran al fondo y recoger agua.
A pesar del cansancio acumulado y del calor insoportable, nos atrevimos a descender.La bajada es un poco difícil, unas piedras irregulares hacían de escalera, atravesamos huecos entre rocas y pendientes de que, nuestra cabeza, no golpeara con algunos de los salientes.
Después de muchas visicitúdes logramos llegar al fondo, caminamos por el lecho del rio seco, unos cuarenta minutos. Un mareo se apoderó de mí, debido a las altas temperaturas y a la falta de agua.
El termómetro marcaba 43 grados, era realmente abrasador.
En Sossuvlei Lodge, tomamos un exquisito almuerzo con una fria cerveza. Ya con las energias recuperadas nos dirigimos a nuestro alojamiento.
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