Walvis Bay, Sandwich Harbour y La Costa de los esqueletos: una aventura en la que todos los sentidos están excitados
Tras visitar la ciudad de Swakopmund, nos dirigimos a Walvis Bay (Bahia Ballena), el puerto mas significativo del país. Debido a su gran profundidad; antiguamente atracaban barcos balleneros y buques de pesca. Gracias al planctón marino, los grandes mamiferos son atraídos a sus aguas.
Su posición estrategica y su rica vida marina la convirtió en la codicia de potencias mundiales.
Se calcula que unas cien mil aves, recalan en sus aguas heladas durante la ruta migratoria, hacia y desde el Ártico.
Tras la independencia de Namibia siguió bajo la soberania de Sudafrica, pero en 1994 fué devuelta a Namibia.
Excursiones en Walvis Bay
Paseo en catamarán
Con un pequeño grupo, tomamos un catamarán de la Compañia Admiral. Navegamos mar adentro hasta que perdemos la costa de vista.
Los pelicanos nos acompañan todo el trayecto, revolotean sobre nuestras cabezas haciendo de las suyas.
Tanto el cielo como el mar están de color gris, es difícil distinguir la linea del horizonte.
La monotonia de las aguas, es interrumpida por la focas, delfines y ballenas que saltan y juegan con la embarcación. Son los protagonistas y reyes de este inmenso océano.
Alcanzamos Pelican Point donde asienta una colonia de focas y cormoranes, solo superada en numero por la de Cape Cross.
Sus cuerpos confluyen unos con otros, toman el sol, se bañan, hacen piruetas, incluso diría que coquetean con la nave. Da igual adonde apuntes con la cámara, porque es tal la cantidad de estos mamiferos, que la foto esta asegurada.
Seguimos surcando aguas y de repente aparecen los delfines, que felices y saltarines nos escoltan durante el trayecto.
El broche de oro fué un almuerzo informal que nos ofrecieron a bordo, a base de ostras, pescados y otros platillos de productos frescos de la bahía, regado con un vino espumoso de Sudáfrica.
Lagunas de los flamencos
Es un lugar de increíble belleza natural. El mar se adentra en la arena formando estas lagunas, habitadas por flamencos, de la subespecie rosa. Son animales muy sociales, de ahí que se agrupen en grandes colonias. Su hábitat son los lagos y humedales, incluso algunos con gran concentracion de sal. Los colores de sus plumas varian entre blanco, rosa, rojo y naranja.
Cada año estas aves vuelan a Namibia en busca de la primavera austral. Alrededor de Walvis Bay podemos ver grandes bandadas de estas áltivas y graciosas aves.
Se alimentan de pequeños insectos acuáticosy larvas, que obtienen filtrando el agua con su enorme pico.
Sus patas larguísimas, sus cuellos redondeados y elegantes, son su carta de presentación.
Sanwich Harbour
Donde el desierto encuentra el Atlántico, se ubica Sandwich Harbour, a 30 km. al sur de Walvis Bay y perteneciente al Parque Nacional de Namib Naukluft.
Antaño servia como un puerto de comercio de pescado. El nombre parece que es debido a un tipo de tiburón: sandfische, que a menudo se encontraba aquí. Hoy día, este lugar esta totalmente despoblado.
Hacemos una excursión con la agencia Mola Mola. Nico, un sudafricano simpatico y divertido, nos lleva en un 4×4 por la costa atlántica.
Primero vamos por una pista paralela al mar, la salinas se suceden una tras otra y la gama de colores se decanta por los blancos, azules y grises. Esta sal no es comestible, es solo para uso industrial.
El color rojizo de las salinas se debe a un pequeño crustáceo de color rojo y también a algunas algas, que contienen alfa y beta carotenos
Continuamos por las entre dunas, y parece que vamos a ser ser engullidos por el mar.
El recorrido es vertiginoso, todo transcurre entre dunas, mar y cielo.
El conductor demuestra su destreza y habilidad, quitando las manos del volante y explicandonos todo lo que acontece en el entorno.
Os puedo asegurar que el paisaje es espectacular, no nos encontramos con nigun ser humano, solo algunas focas vivas y otras muertas.
De repente hayamos la gran recompesa: nuestros guias despliegan una mesa y en menos que canta un gallo, preparan un picnic a base de ostras, croquetas, empanadillas, y albondigas, por supuesto con cervezas y vino espumoso.
Me quito los zapatos y el agua baña mis pies, todos los sentidos esta excitados. Miro hacia arriba y ¡oh maravilla! vemos los parapentes multicolor surcando el cielo, que claro y brillante contrasta con el ocre de las arenas.
Proseguimos, adentrandomos más hacia el interior del desierto. Las dunas gigantes se elevan a bastantes metros, unas son redondeadas y otra mas aristadas, su forma depende del capricho de los vientos.
El Jeep a veces va casi vertical y Nico comienza una carrera que se asemeja a una montaña rusa. Nuestras cabezas chocan con los cristales, el traqueteo es cada vez más fuerte, las ventanillas van cerradas para evitar que penetre la arena. Captar el momento se hace difícil, pero da igual, lo llevo todo en mi retina.
La costa de los esqueletos
La costa de los esqueletos es un tramo de la costa occidental, que se extinende al norte de Swakopmund.
Aquí los navios en siglo XIX, naufragaban, debido a las condiciones tan adversas derivadas de las corrientes, las niebla, los vientos fuertes y las gigantescas olas. Encallaban y allí han permanecido hasta hoy día. No había manera de escapar de este tenebroso y macabro lugar, la tripulación tenía que salir a través del desierto, caminando cientos de kilómetros. Las ballenas también morian al ser arrastradas por una corriente implacable.
Es un lugar despiadado e inhóspito. Pocos lugares en el mundo son tan sombríos y lúgubres como esta costa.
Vimos viejos barcos anclados y oxidadados. Los huesos de focas y ballenas se esparcían por la arena.
Caminamos por la playa, a pesar de que el viento arreciaba, logramos mantenernos en pié. Pareciamos seres insignificantes ante este gran espectáculo.
¡No me lo podia creer!:Un campo de golf, aparece ante nosotros y yo me pregunto ¿Cómo le pueden dar a la bola ?
Volvimos a Swkopmund, después de un día muy intenso, merecíamos una buena cena. Nos recomendaron el restaurante Jetti, toda una institución. Es un palafito clavado en la arena cuyas luces nocturnas parecían flotar en el agua.
La comida también riquísima y muy bien servida. Di buena cuenta del lenguado a la brasa con patatas, judías y espárragos, el vino blanco sudafricano de reserva nos ayudo en este “gran trance”
¡Que momento tan increíble! El licor de amarula fué el colofón final
Articulos relacionados
El desierto de Namib y las dunas de Sossusvlei
Namibia: del desierto de Namib a Swakopmund